Facundo Reniero tiene 24 años, es guía y técnico en turismo. Gracias a su trabajo conoció lugares de Argentina de manera diferente, por ejemplo a través de los deportes extremos. Hace salto bungee, en su tiempo de estudiante supo hacer paracaidismo y hace un tiempo comenzó con montañismo. Primero llegó a la cima de otras tres montañas de Argentina, para llegar recientemente al pico más alto de nuestro país, el Aconcagua.
Por Lucía Torres
Fuente: MIRADOR
Escalar el Aconcagua, la montaña más alta de Argentina con sus 6.962 metros de altura, es el gran desafío de todo apasionado por el montañismo. Facundo Reniero (24 años) es de Chajarí y alcanzó la cima del Aconcagua en los últimos días del 2019.
En una entrevista con Mirador Entre Ríos, el joven recordó y contó su experiencia. Facundo, quien es guía y técnico en turismo, remarcó que lo que hace es «técnica de montañismo» y no escalar, «porque no se utilizan los mosquetones y picos, es todo caminando, hubo una parte sí donde lo hicimos de una manera similar porque era una lengua de hielo, pero lo demás fue todo caminando, ocho horas por día», aclaró.
El chajariense contó que el sueño de escalar el Aconcagua nació hace unos años cuando se encontraba en Mendoza por cuestiones laborales, llevando un contingente al pié de la montaña «escuché al guía hablar de su experiencia Aconcagua y me enamoré, tenía que probar hacer lo mismo. Lo charlé con él y me súper motivó, pero me dijo también que probara primero con otras montañas».
Por ello, previo a este ascenso cumplió el objetivo de trepar otras montañas nacionales. «Mi primer desafío fue el Cerro Champaquí en Córdoba, travesía que duró tres días, la segunda Monturas, en Mendoza, una montaña que supera los 5 mil metros y fue en cuatro días, una experiencia bastante más salvaje, después El Plata, por 7 días, y después el Aconcagua».
Si bien durante la entrevista Facundo resaltó que se necesita mucha fortaleza mental, también hay lógicamente preparación física, «en mi caso fue ejercicio aeróbico, que ya de por sí me encanta hacer, pero fue fundamental haber hecho antes otras montañas para conocer cómo responde el cuerpo, por ejemplo con el tema de la transpiración, ya que en la altura no se puede transpirar porque si te humedeces, te enfrías y ahí hace mucho frío y eso puede ser riesgoso. Había lugares donde llegamos a tener 20 grados bajo cero».
Sin oxígeno para vivir y caminar
La aventura que hoy recuerda con una sonrisa y brillo en los ojos, tuvo sus momentos por demás complicados. «Los primeros tres días de ascenso me sentí súper bien, después del primer campamento, seguí bien, pero en el Campamento 1 comencé a sentirme bastante mal, descompuesto y mareado, no podía dormir en casi toda la noche, con dolor de cabeza, descompuesto, dolor en la nuca, me comenzaba a faltar el oxígeno, ahí estábamos en los 5 mil metros y me comenzó a tirar para atrás».
El apoyo y la contención del grupo es fundamental, «en el Campamento 3 otra vez me sentí mal pero físicamente, porque anímicamente estaba muy bien, tomé mucha agua, porque a esa altura hay que beber cuatro litros por día, y logré reponerme, y a los 6 mil metros que no pude dormir en toda la noche, pero además de por la falta de oxígeno, por la euforia de ya estar llegando que queda muy poco».
El último día de ascenso
Todos los días arrancaban aproximadamente a las 7 de la mañana, pero el 28 de diciembre, el día de la cumbre, arrancaron a las 4 de la madrugada, aún a oscuras. «Desayunamos bien, y a las 5:45 horas largamos», rememoró.
En ese último campamento es poco lo que se puede dormir «porque falta el oxígeno por la altura, por el cansancio que uno trae de tantos días, y por el cargamento de la mochila de más de 20 kilos, además de los nervios de saber si se llega o no se llega, eso te suele jugar en contra, te levantás siendo de noche, hay que andar con la linterna, en ese panorama no muy alentador».
En esas alturas las actividades más cotidianas demandan mucho tiempo y cansancio, «es tan poco el oxígeno que tenés que algo tan simple como lavarte los dientes, cansa muchísimo, o vestirse a la mañana te puede llevar una hora, porque en la bolsa de dormir estábamos en ropa interior, por una cuestión térmica, entonces al levantarnos, ponernos toda la ropa, era un desgaste grande de energía», contó.
«Además ese día tuvimos la mala suerte de ver una persona convulsionando frente a nosotros, cosa que te impacta mucho. De las 60 personas que arrancamos logramos hacer cumbre unas 15. Afortunadamente mi grupo, que éramos cinco, llegamos todos», relató Facundo con orgullo.
Todo lo que sube
Después de la emoción y alguna que otra lágrima en el punto más alto, había que bajar, «el descenso es bravo. Fueron cinco horas para hacer 900 metros, hacíamos 100 metros en una hora más o menos, son pasos mínimos, tu talón no pasa la punta del pié en cada paso, a partir de los 6 mil metros y súper despacito, vas súper abrigado, con poco aire, tres pares de guantes, linterna, y con el cansancio de todos los días que llevás de travesía».
Las consecuencias del intenso frío aún persisten en su cuerpo. «Perdí la sensación en los dedos por esos días, estábamos muy cansados, no podíamos coordinar ni las palabras del cansancio que teníamos, bajamos en dos días, y en los dedos chiquitos de la mano hasta ahora me dura la falta de sensibilidad», aseguró Facundo. Lo bueno era que, a medida que bajaban, aumentaba el oxígeno que recibían.
Ante la consulta si lo volvería hacer, respondió con seguridad que sí, y sobre otro reto a partir de ahora mencionó que «hace muy poco que volví, sólo días, todavía no sé, me gustaría algo con hielo, o el volcán más alto del mundo que lo tenemos en Argentina con 6.800 metros, pero aún no sé», concluyó.
«Es tan poco el oxígeno que tenés que algo tan simple como lavarte los dientes, cansa muchísimo, o vestirse a la mañana te puede llevar una hora».
Facundo Reniero, guía y técnico en turismo
Cuatro montañas y a seguir…
El joven chajariense con sus 24 años llegó a la cumbre de los cerros: Champaquí en Córdoba (2.884 mts); Monturas (2.486 mts); El Plata ?(5.956 mts); Aconcagua (6.962 mts), todos de Mendoza.
La cumbre
De los cinco que comenzaron juntos la travesía, primero llegaron tres, entre ellos Facundo, a las 15 horas, con un clima excelente «tanta buena suerte tuvimos que pudimos esperarlos arriba, por unos 45 minutos, porque habitualmente en la cumbre están 5, 10 minutos, te sacás la foto de rigor, y bajás, es imposible estar más por el viento y el frío, pero hasta esa suerte tuvimos».
De la cumbre en sí, el joven señaló que tiene una superficie «de más o menos la mitad de una cancha de fútbol, no derecha lógicamente porque es una montaña, lo único que hay arriba es una cruz donde mucha gente deja cosas, esa es ´la foto´ de la cumbre del Aconcagua, en esa cruz, y no hay nada más».
De lo que se siente en ese lugar expresó que «lo único que hay es una vista impresionante y única, pero lo que se siente es maravilloso, es la satisfacción de haber logrado algo que arrancó hace un año, o antes quizás».